Nadie me enseño a soñar, lo aprendí incluso sin esfuerzo
Tampoco me explicaron como debería sonreír
Ni la postura adecuada para sujetar la mano de alguien.
Y tu COMPARTISTE sueños,
y cuando a nadie le preocupaba mi sonrisa,
tu sujetaste mi mano y me susurraste:
No te pierdas, por siempre.
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